Blas A. Buendía
El litigio es una labor profesional muy complicada. Pero al propio tiempo, contiene un enorme poder de atracción, es fascinante. El Derecho permite al postulante hacer valer un punto de vista diferente a los estatutos de arbitrariedad, ilegalidad y no jurídicos que sostienen órganos de indignidad, mal llamados en infinidad de ocasiones de procuración e impartición de justicia y no es por casualidad, es por desconocimiento o corrupción en la aplicación de la ley, la cual presumen administrar.
Analizó lo anterior Alberto Woolrich Ortiz, presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, para explicar que el compromiso unilateral del abogado penalista litigante, que es a la vez promesa de encontrar justicia, ha servido a México para destapar muchas cloacas de corrupción, ha servido a la justicia para obtener cosas importantes, cosas justas, cosas dignas.
Desde la palestra de actuación de abogados postulantes, desde esa acción como arma eficaz para derribar resistencias para obtener justicia, se ha constituido en múltiples ocasiones la llave que abre la puerta a fin de desenmascarar a funcionarios del entorno de procuración e impartición de justicia que se dicen y creen ser “decentes”. ¡Cuántas “virtudes” se han derrumbado ante el correcto actuar de esa abogacía litigante!
Claro que esos indignos desenmascarados procesaban y procuraban justicia al son de los tiempos políticos, al son que les marcaba el recibir prebendas y el cual privó a la justicia de ser eso: Justicia.
Esas pautas que marcaba la política convertían en dignos a los indignos. Se les reducía para no cumplir su palabra empeñada de respetar y hacer respetar a nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Para lo único que servían y sirven esas togas de indignidad era y es para poder recibir denarios y, en su caso nombramientos de mayor jerarquía en el cargo que ocupan u ocupaban. Esas supuestas togas de “santidad”, mejor llamadas de indignidad, dejaron a su paso innumerables injusticias. En pocas palabras, México se enfrenta a un sucio mandatario.
Lo que es extraordinariamente singular es que Andrés Manuel López Obrador en su calidad de Primer Magistrado de la Nación, siga sin cumplir esa limpieza prometida en nuestros santuarios de justicia, no ha podido liberarlos de la corrupción: la realidad es que la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, sigue en espera de que esos togados “decentes” sin serlo, sean evidenciados como lo que son: unos corruptos.
Muy a propósito de esa corrupción la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, anuncia que en la Fiscalía General de la República hay corrupción y en la Suprema Corte de Justicia, también la hay, en razón a que existen dos máscaras que dicen impartir justicia para México, togas que bien merecen ser desenmascaradas por corruptas.
“¡Es cuanto!”, selló el prestigiado penalista Alberto Woolrich Ortiz.
Lo cierto que la gran marcha de los trabajadores del Poder Judicial Federal y quienes han convocado a un ¡Paro Nacional! —cuándo se había registrado tan semejante circunstancia, que por lógica explotó ante la ruindad e imprudencia del Ejecutivo de quitarle 13 de 14 fideicomisos que están asignados a su favor como conquistas laborales—, es una muestra que las circunstancias de ilegalidad, mismas que siguen siendo promovidas por el propio presidente de México, impactando dramáticamente en el mosaico humano que día a día, exige ¡Justicia!
Premio México de Periodismo Ricardo Flores Magón-2021