María Esther Beltrán Martínez
Ciudad de México.- En el Museo de las Culturas de Iztapalapa da la bienvenida a los visitantes nacionales y extranjeros para ver las obras del artista mexicano, Erik Rivera. Diez obras al óleo de formato mayor con un desafiante título: Maricones, propone una reflexión sobre el machismo y discriminación.
La obra de Erik Rivera ha sido siempre especial y tiene su sello particular. Son niños de grandes ojos y su paleta tiene diferentes tonalidades. Su trayectoria es extensa y sus personajes han viajado por diversos lugares de México, España, Francia y otras ciudades. Encontramos personajes históricos, religiosos, cantantes y en muchas ocasiones no duda en tocar temas sociales.
Cada obra ofrece tener una reflexión sobre su misma existencia. El que la observa, puede sorprenderle la ternura, la rabia o la soledad de los personajes y en muchas ocasiones encontrar dudas sobre la misma existencia o desarrollar aspectos de la sociedad.
Sobre Maricones comenta Rivera que es parte de la serie Maricón, Desafío al desafío, que se ha presentado en diversas sedes de la Ciudad de México. La inauguración de la exposición se celebró el 31 de agosto.
Los hombres retratados por Erik Rivera, el “niño terrible”, son maricones en ese sentido, y no se avergüenzan de serlo. Se arriesgan a exhibir sus sentimientos. “No temen transgredir las normas de género. Incluso, pareciera que lo disfrutan. Sin duda, no les asusta ser objetos de deseo, papel normalmente asignado a las mujeres. Nos miran descaradamente, con sus ojos enormes, como retandonos a insultarlos o a burlarnos de ellos. Nos desafían y nos seducen. Tienen diversas actitudes, distintos tonos de piel, diferentes clases sociales, pero todos son coquetos, son frágiles, son traviesos. Y nos vuelven cómplices de su travesura. Exhiben sin pudor su vulnerabilidad y, al hacerlo, nos hacen enfrentarnos con la nuestra. Por eso, también son incómodos.
Paradójicamente, al renunciar al privilegio de la masculinidad tradicional, estos maricones no pierden poder. Al contrario: ejercen sobre el espectador que se atreve a sostenernos la mirada una especie peculiar de dominación, sutil pero implacable. La obra de Rivera nos invita (mejor dicho: nos obliga) a cuestionar nuestras nociones sobre lo masculino y lo femenino, sobre la fuerza y la debilidad, sobre la seguridad y el peligro. Sus personajes, que como él, son niños terribles, pueden enamorarnos, pueden incomodarnos, incluso pueden repugnarnos, pero difícilmente pueden dejarnos indiferentes”, indica Luis de Pablo Hammeken, historiador.
Sin duda la obra de Rivera nos impone deleitarnos con su estética, pero también puede causarnos mover muchas ideas.
Conocido como el Niño terrible, Erik lucha y pinta con gran vocación y sigue abriendo espacios para que sus obras sean vista por todos los interesados por el arte.