Miguel Ángel Casique Olivos
México, una fosa común que cavaron AMLO y su 4T
Después de las guerras, los países involucrados quedan totalmente devastados económica y socialmente: la penuria, hambre, explotación y miseria crean condiciones para que personajes como Hitler lleguen al poder y se mantengan ahí durante un tiempo. Esas mismas circunstancias hacen posible que personajes como él sean concebidos como deidades, seres enviados por Dios para salvar al mundo; aunque muchas veces, las cosas cambien y sus gobiernos desemboquen en las peores tiranías.
Así, tuvieron que pasar décadas para que la transición de poderes ocurriera en México. Más de 70 años de gobiernos priistas crearon inconformidad, inestabilidad social, crisis y hartazgo de la población; en 12 años, el Partido Acción Nacional (PAN) sembró miedo, pero ni así pudo mantenerse en el poder más de dos sexenios y, ahora, en tan solo cuatro años de gobierno del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y la llamada “Cuarta Transformación” (4T) se han mezclado los dos sentimientos.
Morena tuvo las condiciones necesarias para ascender al poder. Pero ya en el gobierno, esas mismas circunstancias han abierto la posibilidad de que lo pierda. Las “hordas” llegaron con fuerza, dispuestas a cambiar el funcionamiento de la democracia que impera y destruyendo cada aspecto que no se identifique con ellos; aprovecharon las condiciones del país para ajustar un discurso que pusiera como prioridad las necesidades de las mayorías, pero en los hechos, este discurso está totalmente separado de la realidad.
El engaño y la manipulación de que es objeto la población mexicana es alarmante; apenas instaurado, este gobierno se ha caracterizado por ser antipopular y contrario a la democracia. La desigualdad crece y cada cuatro segundos muere una persona a causa de la violencia y la inseguridad permanentes.
Y como si o quedara clara la naturaleza represiva de este gobierno, hoy el Ejército se despliega en las calles y el transporte público con el evidente propósito de inhibir cualquier protesta. Los gobiernos de AMLO y Hitler guardan similitudes de fondo, no importa que el primero solo sea un pobre aprendiz de dictador que deberá retirarse muy pronto a su rancho.
El ego personal y la ambición desmedida de control sobre el poder tienen sumido a nuestro país en una fosa común; miles de crímenes están impunes, algunos ejecutados por el mismo Estado, aunque esto, evidentemente se trate de ocultar por todas las vías. El enorme control que tienen las Fuerzas Armadas mexicanas en distintas tareas, entre ellas la seguridad, no frenan el avance del crimen organizado y su paso por cada rincón del país, deja muerte y desolación.
Datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y del Gabinete de Seguridad del Gobierno de México revelan una total crisis de inseguridad. En tan solo 50 meses de gobierno de AMLO, más de 244 mil homicidios dolosos han bañado de sangre al país, dejando familias incompletas, niños huérfanos y millones de desplazados por la violencia, principalmente en comunidades indígenas que son olvidados por las autoridades.
Con el reciente nombramiento de Luis Rodríguez Bucio como subsecretario de Seguridad en sustitución de Ricardo Mejía, AMLO insiste en militarizar a México, quizá como una salida a su fallida estrategia de “abrazos, no balazos”. Hoy por hoy, todos los mexicanos sabemos que el Presidente dejará un país con niveles de violencia nunca antes vistos. Usar al Ejército para tareas civiles es un acto de irresponsabilidad del Gobierno Federal que pretende ocultar sus fracasos.
AMLO y Morena se enfermaron de poder y tienen a México bañado en sangre; los muertos se multiplican en su sexenio, que será catalogado como la administración más violenta en la historia de México.
Aquí no hay campos de concentración nazis, pero esos miles de muertos son las cuentas y el legado de AMLO, una fosa que él abrió y que está llenando. Por el momento, querido lector, es todo.