Mutilación de las hijas

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Alejandra Teopa

Durante siglos se pensó que se nacía hija y no hijo por defecto biológico en el proceso de gestación, ya que lo correcto, lo naturalmente perfecto, debía ser siempre un varón. Solamente desde hace poco menos de un siglo se sabe que el cromosoma que determina el sexo lo tiene el padre genitor pero a lo largo de toda la historia el “defecto” de haber parido una hija fue atribuido a la madre.

A partir del nacimiento, el cuerpo de las hijas queda a merced de las prácticas culturales del país de origen. El futuro es casi siempre marcado por esta condición y pese a su diversidad, hay un común denominador: la cultura patriarcal que sobrevalora lo masculino sobre lo femenino

Nacer hija en un mundo donde se privilegia a los varones significa estar en clara desventaja frente a los posibles hermanos porque desde su nacimiento no será recibida de la misma manera. El nacimiento de un hijo varón significa alegría y felicidad para toda la familia; mientras que el nacimiento de una hija es motivo de decepción y de expresiones como “ya ni modo”.

En muchas culturas las hijas, consideradas primero como defecto de la naturaleza y nacidas en medio de la decepción no son nombradas como tales. Por ejemplo, en China los hombres solo llaman hijos a los varones y aunque hubiera hijas si no tienen varón contestan “ninguno” a la pregunta si tienen hijos. Y en alguna región de Francia son las propias madres quienes niegan tener hijos si no existe varón porque las mujeres son solamente llamadas “muchachas”

Venir a esta sociedad patriarcal con cuerpo de mujer también representa una alta posibilidad de carecer de oportunidades de alimentación, salud y educación frente a otros hijos varones a quienes se dará prioridad para recibir estos derechos en caso de que los padres no puedan brindárselos a todos los miembros de la familia. Esto es una explícita forma de mutilación social.

mutilaciones femeninas

Pero la mutilación de las hijas no consiste solo en ignorarlas como tales o negarles oportunidades de desarrollo, también comprende la mutilación física. Aún hoy en países orientales donde se considera que las mujeres deben lucir los pies muy pequeños, se obliga a las hijas a ser vendadas desde muy pequeñas con la finalidad de detener el crecimiento de los huesos para que el pie no alcance su tamaño normal.

En Birmania, el ideal de belleza exige a las mujeres tener un cuello extremadamente largo para lo cual las niñas desde pequeñas son sometidas al proceso de alargamiento separando las vértebras de esa región sostenidas con anillos  hasta alcanzar casi los cuarenta centímetros pero de manera tal que si ya adultas se quitaran los anillos se quebrarían el cuello, obligándolas a vivir con ellos para siempre.

Sin duda, la forma más conocida de mutilación femenina es la que se practica en muchos países de África, Asia y Oceanía: la clitoridectomía que consiste en extirpar el clítoris y en algunos casos coser la zona genital con el fin de eliminar la posibilidad de experimentar placer sexual. A pesar de que este tipo de mutilación está empezando a ser reconocida y eliminada por algunos defensores de los derechos humanos, aún es muy común en las niñas de regiones árabes, musulmanas y malasias; y en otras como Australia y Egipto durante la adolescencia

En 1997, la OMS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) hicieron pública una declaración conjunta contra la práctica de la mutilación genital femenina. Ello en virtud de que ninguna de estas prácticas aporta beneficios a la salud de las niñas y por el contrario generan complicaciones que las llevan a la muerte.

Sin embargo no hace falta ir a países lejanos ni exóticos para presenciar la mutilación a las hijas En los países occidentales se tiene la costumbre de perforar las orejas de las niñas para introducir los aretes, símbolo de femineidad. Y hasta en los países que se consideran más liberales como Estados Unidos se comienza a practicar otra forma de mutilación que consiste en perforar el himen de las recién nacidas para evitar el dolor de la desfloración.

De esta manera, el cuerpo de las niñas y adolescentes es el espacio físico donde se concreta el poder patriarcal que pretende normar su conducta, su belleza, su sexualidad, su femineidad, su existencia… todo ello sin que intervenga, por supuesto, la voluntad de las hijas.

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