· Un paradigma contra la xenofobia
· Silla eléctrica a dos celebridades del libre pensamiento, enemigos ideológicos de las instituciones americanas
· El fantasma del terror gringo… la intolerancia emergente del régimen americano…
José Luis Aguirre Huerta*
El proceso ideológico del anarquismo, siempre ha parecido una amenaza para el establishment en cualquier parte del planeta.
Ante los ojos del imaginario social comparece esta posición política como si se tratara de un desorden, o la existencia del caos. Sin embargo, tal corriente detenta su fundamento en la negación del principio de autoridad, sin Dios, sin maestro, sin gobierno.
Ya lo señalaba Marx en su enorme best seller, “El Manifiesto del Partido Comunista” llegará el día en el que desaparezca todo cuanto sea gobierno sobre las personas y se instituya la administración sobre las cosas.
La posición anterior disuelve el conflicto de control y dominación que ejerce el poder sobre el resto de la sociedad, bajo la utopía de un mundo sin clases sociales en el libre ejercicio de la autonomía y el desarrollo humano.
El anterior contexto fue esgrimido por personajes de la talla de Rosa de Luxemburgo, Ricardo Flores Magón, León Trotsky, todos perseguidos encarnizadamente por la clase reinante, en su tiempo, si algo le aterra a esta es la pérdida del poder.
Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos nombres unidos por la desgracia, por la forma de pensamiento y por su origen italiano, en general dos migrantes cuyo principal delito fue su militancia política partidista y ser enemigos ideológicos de las instituciones americanas, así lo expresó el juez que los arrastró a la condena de la silla eléctrica y su ejecución en Masachusetts, por el supuesto robo a mano armada y asesinato a dos personas, 1920, en south Braintree, Masachusetts.
El gobierno de los Estados Unidos cobró factura contra el anarquismo y en apología de la xenofobia, la intolerancia y la judicialización de la inconformidad política.
Tal era el ambiente que permeaba a principios del siglo XX, lleno de prejuicios, bajo la ideología que pregona el miedo al otro, al extranjero, al diferente cancelando toda posibilidad de dialogo bajo el fantasma del terror que implica ser arrebatado de su lugar de comodidad, a quien se sienta con derecho del goce y disfrute de la ciudadanía americana.
El inmigrante, un extranjero amenazante de la vida de confort americana, esa paranoia autoritaria es el estigma que prevalece hasta nuestros días en el imaginario de los votantes estadounidenses, muy bien aprovechada por el presidente Donald Trump en su manejo mercadológico de campaña para obtener el triunfo electoral que hemos presenciado.
Los activistas políticos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron víctimas de esa paranoia y autoritarismo, sus nombres ocupan la memoria colectiva como voces recalcitrantes de protesta ante la arbitrariedad de los jueces que obraron en su contra condenándolos al cadalso, su juzgamiento se interpreta como un juicio a los trabajadores organizados y contra todas aquellas disidencias frente al sistema económico imperante.
La ejecución en la silla eléctrica de estos italianos migrantes, despertó la percepción de la intolerancia emergente del régimen americano, construido bajo su piedra angular de superestructura, el racismo y la xenofobia son los medios de constatación subjetiva para determinar en las cortes, la inocencia o la culpabilidad de un acusado.
La posición del jurado frente a un hombre de piel negra, un latino o un musulmán, se presenta de manera distinta para el caso de que comparezca un anglosajón como acusado, en el primer caso puede circundar más fácilmente la condena a pena de muerte, pero el origen anglosajón permite dotarle de un mejor plano de defensa y sentencia.
Sacco & Vanzetti los hombres emblemáticos del sentimiento anti italiano, antiinmigrante y anti anarquista su perfil predispuso al jurado en su contra, siendo injustamente ejecutados, bajo la evidente óptica de su inocencia, habiendo caído la desgracia sobre sus cabeza, acusados por los asesinatos de Frederick Parmenter encargado de la nómina gubernamental, y Alessandro Berardelli, vigilante de seguridad y por el robo de casi dieciséis mil dólares de la compañía Slater-Morril Show Company en Pear Street del sur de Massachusets.
Los acusados fueron arrestados en Buffalo, New York, en mayo de 1920; Sacco, zapatero nacido en Torremaggiore, Foggia emigrante a los Estados Unidos a la edad de diecisiete años.
Vanzetti pescador nacido en Villafalleto Cunceo, arribó a los Estados Unidos a la edad de veinte años, personajes condenados, aunque no hayan en realidad cometido ninguno de los crímenes que se les atribuyen, por el estigma de ser enemigos de las instituciones americanas.
En efecto se acreditó que eran seguidores de Luigi Galleani, anarquista italiano instigador de la violencia revolucionaria, y la detonación de bombas, publicó Cronaca Sovversiva, un periódico promotor de la revolución violenta, en ese momento los anarquistas italianos estaban a la cabeza de la lista de los enemigos peligrosos del gobierno.
Los militantes implicados en esa guerra anarquista libraron una campaña intermitente contra políticos jueces y policías que habían apoyado la deportación de extranjeros radicales.
Había que dar un escarmiento a aquellas formas de pensar diferente, a todo inmigrante incomodo, tal fue el caso de Andrea Salsedo, otro anarquista italiano, quien dos días antes del arresto de Sacco y Vanzetti había sido arrojado desde una ventana de la oficina de investigación policiaca en Park Row, New York, resultando muerto; de ahí que el dramaturgo Dario Fo produjera la obra “La Muerte Accidental de un Anarquista”.
Salsedo Andrea, sostenido por los tobillos fuera de la ventana mediante una conocida técnica de interrogatorio y tortura, murió proyectado contra la cinta asfáltica.
A casi cien años de esos acontecimientos, el horno no está para bollos, la amenaza trumpiana, emerge como un paradigma de campaña en contra de los inmigrantes, y con especial dedicatoria de los inmigrantes mexicanos.
En la era foxiana, el guanajuatense se regordeaba con las jugosos remesas de dólares de los connacionales trabajadores migrantes del otro lado del Bravo.
Al parecer el peñanietismo carece de un plan de desarrollo económico global de emergencia, incluyente de deportados, expulsados por la xenofobia donaldtrumpiana.
Al margen de rendir homenaje a las fuerzas armadas nacionales, digno es que nuestro gobierno se siente en el escritorio de la planificación, para como lo decía el veracruzano Ruiz Cortines, dar marcha al mar, los marinos como celosos custodios de las costas mexicanas, para impedir el saqueo de los productos marítimos por parte de las embarcaciones asiáticas, y muy lejos de estar persiguiendo delincuentes, en los puntos de barrio de las ciudades violentas.
Con los productos marítimos de las costas mexicanas es imposible la comparecencia del hambre en nuestro pueblo, no cabe duda que somos envidiados por el país (Bolivia) que albergó la muerte del Che Guevara.
* Abogado de Profesión
Presidente de la Barra Interamericana de Derechos Humanos
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