Niñas, niños y adolescentes necesitan atención

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Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador utiliza todo el poder político presidencial para defender a su hijo de 40 años y atacar feroz e irracionalmente a quien contundentemente desbarató su discurso de austeridad y lucha contra la corrupción al presentar un reportaje con imágenes y pruebas del lujoso tren de vida que sin trabajar se da su “criatura” en Houston, Texas, Estados Unidos, la infancia mexicana sigue siendo víctima de lacras generadas por la desigualdad que produce una sociedad que distribuye mal la riqueza que generan los trabajadores y genera muy pocos ricos y millones de pobres.
Cierto que la tremenda desigualdad que vivimos en México no es obra del presidente López Obrador ni de su 4T: la desigualdad y la injusticia social son generadas por el sistema económico capitalista que los vencedores de la Revolución Mexicana instauraron en el país; pero, también es cierto que el presidente de “primero los pobres” no ha hecho nada para remediar situaciones graves que enfrentan los mexicanos y, en especial, niñas, niños y adolescentes.
Trabajo infantil, cáncer, deserción escolar y horfandad por Covid, entre otras, son las lacras que actualmente padecen miles de menores de edad en México. No obstante, el presidente López Obrador no presta atención no solo porque no vota el sector de la población menor de 17 años, sino porque todo su tiempo, esfuerzo y energía los gasta en generar ideas que nunca se materializan y estrategias mediáticas para atacar a sus críticos y, ahora, a defender a su hijo mayor, quien vino a dar la patada a su discurso moral en contra de la corrupción y la austeridad.
Desde finales de enero hasta la fecha, hemos visto cómo en sus conferencias mañaneras el presidente no tiene otra cosa más importante que hacer que defender a su “criaturita” de 40 años, José Ramón, al grado de que -como las mujeres chantajistas- sacó alguna lágrima, o por lo menos se le quebró la voz para conmover a la audiencia.
El presidente llora por su hijo mayor (que lo acuse con su abuelita para ver si se compone), pero de ninguna manera lo conmueven las niñas, los niños y adolescentes que están al servicio de la delincuencia organizada como: sicarios, halconcitos, burritos (transportadores de droga) o huachicoleros, quienes se emplean ahí con tal de vivir la adrenalina a tope o conseguir unos cuantos pesos para adquirir celulares de última generación. sin importar que eso los lleve a la cárcel o a perder la vida.
Muy grave es que por la descomposición social, niños o adolescentes no tengan proyecto de vida a corto o a largo plazo. La pobreza, la falta de educación y de oportunidades de desarrollo no permite que este sector de la población tenga esperanzas de alcanzar un futuro mejor.
¿Qué líneas de acción ha emprendido López Obrador, y su gobierno 4T, para evitar que niños y adolescentes sean absorbidos por el crimen organizado? Ninguna, ninguna, ninguna. Con su estrategia de abrazos no balazos, López Obrador deja a la libre a los delincuentes para que echen a perder a miles de mexicanos vulnerables, los cuales son captados en entidades federativas de las que se han apoderado los carteles: Zacatecas, Nayarit, Michoacán, Tamaulipas, Guerrero, Colima, Guanajuato y Chihuahua, entre otros.
El otro problema de salud pública que el presidente tampoco atiende es el cáncer infantil que se ha convertido en segunda causa de muerte en niños entre 5 y 14 años de edad: cada año mueren más de dos mil infantes, de acuerdo con cifras del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y Adolescencia (Censia). Además, con el desabasto de medicinas ya se han registrado más de mil niños fallecidos. Ante esto, el presidente parece decir que ese es problema de los padres, quienes espero que no vuelvan a votar a favor de él pues para muchos la peores noticias que han recibido en la vida es que su hijo tiene cáncer y que el gobierno no tiene medicinas para que se curen y salven la vida.
¿Qué pasa con los niños que no se enrolan con el crimen organizado o no están enfermos? Bueno, recordemos que cinco millones 200 mil niños y adolescentes ya no van a la escuela porque sus padres no tienen dinero (Encuesta para la Medición del Impacto de la Covid-19 en el país), seguramente porque perdieron sus empleos durante la pandemia que, a la fecha, ha dejado 315 mil muertes.
Además de los millones de estudiantes que se quedaron fuera de clases, la encuesta muestra que un millón 800 mil estudiantes no concluyeron el ciclo escolar 2019-2020 y que 58,9 por ciento de ellos argumentó alguna razón asociada a la covid-19 y que, a pesar de las becas Benito Juárez, un millón de jóvenes de nivel medio superior ya abandonaron sus estudios.
Por eso, en México en trabajo infantil ahora hay 3.2 millones de niños y niñas entre 5 y 17 años que trabajan y el 55 por ciento de estos no gozan de salario alguno, de acuerdo con el Inegi 2019. ¿En qué trabajan esos niños? En todo: construcción, en casas, en el campo, en fábricas, pero también hay a quienes se prostituyen, están en la industria de la pornografía infantil o en el tráfico de estupefacientes, etc.
A esos terribles datos, hay que añadir que, hasta el momento, la pandemia ha dejado casi 7 mil menores de edad huérfanos a causa del Covid-19 (según datos de alumnos de Posgrado de la FES Iztacala de la UNAM) y sin nadie que pueda brindarles protección como abuelos o tíos. México es el tercer país a escala global con el mayor número de huérfanos como consecuencia de las muertes por Covid-19.
¿Qué hace López Obrador y su gobierno ante esta tragedia? Nada, no ha instrumentado ninguna acción para proteger a estos millones de niños que trabajan por muy bajos salarios.
México necesita un presidente que no solo vaya a las mañaneras a golpear a quien no está de acuerdo con él, con su gobierno o con las corruptelas que cometen sus cercanos e hijos.
Lo que necesita el país, es un político que verdaderamente represente los intereses de la mayoría de los mexicanos (que no atienda solo sus caprichos y los de sus hijos); que estudie los problemas del país y ofrezca soluciones reales.
Urge que un gobierno humanista y sensible instrumente políticas públicas que protejan a niños y adolescentes, aunque no voten, pero que son el futuro del país.
Educación de calidad, servicios de salud garantizados y, llegado el momento, trabajos bien remunerados es lo que necesita la infancia y juventud mexicana para que sigan su desarrollo y con trabajo honesto vuelvan a hacer de México un país grande y próspero como lo fue antaño.
Eso, estoy segura, no lo veremos llegar con la 4T.

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