José Luis Aguirre Huerta *
Corre el año de 1985 bajo el gobierno del Presidente Miguel de la Madrid Hurtado, aquel hombrecillo de baja estatura cuya predica era la prevalencia de la moral social como fórmula de combate a la corrupción.
“Con de la Madrid Hurtado ya nada va a ser robado, todo va a ser hurtado”, eran los tiempos del reinado policiaco operado por la Dirección Federal de Seguridad bajo las órdenes inmediatas del Secretario de Gobernación.
La Federal de Seguridad un aparato monstruoso, construido como mecanismo de combate a la guerrilla de las brigadas rojas, surgidas como respuesta a las desapariciones forzadas, contra los luchadores opositores al régimen sexenal de la dictadura priista.
La Brigada Roja se alimentaba de jóvenes guerrilleros, egresados del grupo madera, del estado de Chihuahua y de otras organizaciones rebeldes, como el Ejército Popular Revolucionario del estado de Guerrero y de estudiantes de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional, plantel en la que dicho sea de paso estudio la licenciatura en economía Ernesto Zedillo Ponce de León y doña Nilda Patricia Velasco, academia de preparación teórica guerrillera en aquellos tiempos.
En contrapropuesta a la Brigada Roja, el régimen conformó la Brigada Blanca, brazo de exterminio dirigido a la pulverización de la Brigada Roja, conformado por agentes de la Dirección Federal de Seguridad y robustecido por elementos del ejército, de la Judicial Federal, de las policías judiciales del Estado de México y del Distrito Federal, operada bajo las órdenes del Secretario de Gobernación y los mandos de esa dependencia.
Se crea la Federal de Seguridad en principio como un órgano de inteligencia del Estado y se convierte en la expresión mayúscula del Torquemada, para torturar, desaparecer y exterminar guerrilleros.
Con el poder infinito que adquiere ese aparato apocalíptico, disemina sus actividades en el control y la operación del comercio de los estupefacientes.
Cuando Rafael Caro Quintero es detenido junto con su pareja sentimental Sara Cossío Vidaurri, en San José de Costa Rica, le decomisan una credencial de la Dirección Federal de Seguridad firmada por altos funcionarios de la Secretaría de Gobernación.
Es decir, Caro funcionaba bajo el amparo y protección de la Secretaría de Gobernación operada por Manuel Bartlett Díaz, y en mi país no se movía la hoja del árbol sin antes autorizarlo los altos funcionarios de esa dependencia.
Todos los carteles del alijo de estupefacientes han sobrevivido en México bajo la expresión de una organización empresarial cobijada por el poder, el cual sostiene la existencia de la economía subterránea del oro blanco o alijo de las drogas.
Es una geografía de flujos inmensos de dinero, paralelos a una violencia terrible y sangrante, plasmada de muertos y de huérfanos del narco.
Las generaciones enteras que han dejado de pasar hambre gracias a la droga, pertenecen desde campesinos hasta políticos, y de policías hasta jueces, todo se orquesta en un ámbito de producción, almacenamiento, transportación y protección del alijo de estupefacientes.
El triangulo de oro con 650 mil km2 conforma una enorme empresa sinaloense con un producto económico superior a la producción petrolera mexicana, este panorama no puede ser ignorado por la Secretaria del interior mexicana que es Gobernación, que por conducto de la Dirección Federal de Seguridad también se encargó de manipular el alijo, amalgamándose con los Barones del Petróleo Blanco, los de Navolato y Badirahuato, los del Triángulo Dorado.
Miguel Ángel Félix Gallardo; Ernesto Fonseca Carrillo “Don Neto” y Rafael Caro Quintero, orquestaban el tráfico de todos los cargamentos de droga del escenario mexicano.
La ciudad de Guadalajara se convierte en el santuario de los capos, residencia de sus familias y metrópoli de sus operaciones, donde el Cardenal Juan José Posadas Ocampo es uno de los testigos mudos de tal escenario.
Igual en la Perla Tapatía ya se había suscitado el secuestro tortura y muerte del agente de la DEA, “El kiki” Camarena Martínez, quien descubrió los grandes plantíos de enervante cultivados en los latifundios de la población norteña chihuahuense, conocida como “El Búfalo”, industria conformada como una de las mayores plantaciones de marihuana del mundo, con mil hectáreas de tierra y 10 mil campesinos trabajando en ella.
El kiki Camarena como agente doble de la DEA, obraba en contubernio con Caro Quintero y adquiere la obligación de hacer pasar nuevos camiones y nuevos trenes llenos de “oro blanco” producidos en el Búfalo, todo esto bajo el paraguas protector de la Dirección Federal de Seguridad, ante una industria que representa entre 25 mil y 50 mil millones de dólares al año, lo que proyecta una disputa de violencia y muerte entre los diversos carteles en la lucha para la obtención del control y supremacía de ese inmenso tráfico, contaminante del sistema político y judicial incluyendo a la policía mexicana en sus diferentes órdenes de gobierno.
El hipernegocio del rancho el Búfalo fue puesto al descubierto por Kiki Camarena para ser exterminado por agentes de la DEA, desplegándose una alta traición tanto a su socio Caro, cuanto al aparato de intervención mundial del imperialismo norteamericano conocido como la CIA, que es la Central de Inteligencia Americana.
La CIA había pactado con los operadores de la Dirección Federal de Seguridad, y con el propio Caro, otorgar impunidad en el trasiego de los estupefacientes hacia la Unión Americana, principalmente dirigido a la comunidad negra, a cambio de apoyar a la contra nicaragüense con la subvención de recursos, armas y entrenamiento, esto no lo entendió Kiki Camarena, consiguiendo el 7 de febrero de 1985 su secuestro en uno de los barrios más lujosos de la Perla del pacífico, para ser torturado en la mansión de Lope de Vega, propiedad de Rafa Caro, hasta su muerte, igual le destrozaron el cráneo, lo violaron con un palo ardiente, le partieron las costillas, perforándole los pulmones, es la muerte de un infiltrado agente doble, del aparato policiaco norteamericano, todo este andamiaje no puede darse, simplemente es imposible su despliegue sin la protección de todo el aparato de la Secretaría del interior mexicana.
Debe preguntarse, quien fue el secretario de Gobernación enterado de tal escenario.
¿Quién protegió las operaciones de “El Búfalo” y del secuestro exterminante del Kiki Camarena?
Las respuestas se ahogaron en el tintero de Manuel Buendía sin haber conocido la luz en su columna de Red Privada.
Buendía Tellezgirón, un personaje condenado a muerte por el régimen, para impedir el ejercicio de su pluma dirigida por el índice de fuego.
La libertad de prensa se paga con la muerte.
Las balas asesinas detentan la consigna de sepultar la verdad y la Zona Rosa capitalina, muda testigo de la violencia y la muerte perpetrada, contra Manuel Buendía que pone en entredicho la operatividad del régimen en manos del otro Manuel el tabasco-poblano Bartlett Díaz, la mano larga de la “moral social”, expresión acuñada por de la Madrid Hurtado con quien nada fue robado y todo fue Hurtado.
* Abogado de Profesión
Presidente de la Barra Interamericana de Derechos Humanos
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