Hay sueños simbólicos, y hay una realidad
simbolizada por tales sueños.
O bien, hay una realidad simbólica,
y hay sueños simbolizados por tal realidad.
Haruki Murakami
Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Aquella campaña del 2006 en que spots de radio y televisión decían “López Obrador es un peligro para México” se está quedando corta ante el cierre del sexenio. El presidente se ve cada día más descompuesto, fuera de sí, lleva cuatro semanas queriendo recuperar el control, vive los momentos más complicados para su administración y se le ve enloquecido por momentos.
Luego de la publicación del reportaje de ProPublica donde se dijo que habría recibido financiamiento del narcotráfico, se vino la declaración de Anabel Hernández donde dice tener pruebas, cientos de notas, columnas y el #NarcoPresidente le pusieron los pelos de punta al mandatario. Sin lugar a dudas les dolió el grito de miles en la marcha por la democracia “narcopresidente, narcopresidente, narcopresidente” frente al Palacio Nacional. Lo primero fue victimizarse de un complot para desestabilizar su movimiento, llamó a los quejosos hipócritas, conservadores y la “corcholata” secundó el discurso cuando se inscribió como candidata. Es decir, si le ha hecho mella las publicaciones sobre la posible relación con el narco, tanto que ya no se va a quitar el estigma.
La semana pasada, en una acción para anticiparse a otra publicación, ahora del NYT, leyó en su púlpito matutino un cuestionario de la corresponsal de ese medio y Jesús Ramírez Cuevas dejó el número celular de la periodista, lo que avivó el fuego. Si las cosas se hubieran hecho bien, el equipo jurídico de la presidencia debió presentar la denuncia correspondiente en EU por la “calumnia” y el reportaje de NYT hubiera hecho menos daño, a pesar de reconocer que se trata de Investigaciones cerradas.
El Pejelagarto ha querido dejar todo a su autoridad moral, pero eso es cosa del pasado y ante los resultados desastrosos de su administración ya no funciona. López perdió la “autoridad moral” cuando premió a Salvador Cienfuegos, con los apapachos al crimen y el abandono de quienes juró proteger, además del tan sonado “culiacanazo” al que tiempo después admitió que dio la orden de liberar a Ovidio Guzmán. Ante cada nota presentada por LatinUS y otros solo hay enojo, pero nunca un desmentido, solo la estrategia de poner a trabajar a sus fieles jilguerillos que se van quedando sin recursos, su superioridad moral ya no alcanza.
Sin duda lo más preocupante es que López Obrador pasó del “no me vengan con el cuento de que la Ley es la Ley” al por encima de la Ley está mi autoridad moral, eso ha pintado de cuerpo entero al tabasqueño y también a su movimiento que está entrando en crisis. Esas frases son radiografías del sexenio y la sistemática violación de la Ley además de la destrucción de los órganos autónomos y la invasión de poderes, como lo que comentó hace poco de inferir en temas de la SCJN cuando Zaldívar era presidente del máximo tribunal del país, ahí está del porque les urge el plan C que será la bandera de campaña de Claudia Sheinbaum.
El presidente pasa por su peor momento, incluso desatando violencia en las redes sociales por aquello de dar a conocer datos personales, claro mientras no le afecta lo volvería hacer porque dice que “la vida pública en México es cada vez más pública” aunque se reserven los contratos de su sexenio, pero cuando involucra a los suyos el discurso cambia. El fin de semana filtraron números celulares de su hijo y colaboradores, los internautas se escudaron en “que cambie de número”. Seamos claros, esas prácticas resultan peligrosas y la violencia puede saltar de la red a la realidad y el primer violento está en el Palacio… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.