Pandemia y crisis de la educación en México

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Las crisis educativa, económica, social y política, provocadas por la desigualdad, injusticia y el privilegio, solo podrán enfrentarse con la participación de gente consciente en la urgencia de construir una sociedad justa para las mayorías.

Miguel Ángel Casique Olivos

 

Hace unos días, el titular de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, declaró que la población mundial enfrentará cinco grandes crisis este año: la pandemia de Covid-19, el sistema financiero, la climática, la falta de regulación del ciberespacio y la violencia. El alto funcionario internacional aseguró que esto evidencia el fracaso de la gobernanza global. “Nos enfrentamos a un caldero de inestabilidad política y feroces conflictos. La desconfianza entre las potencias mundiales está alcanzando un punto álgido”, agregó.

En su enumeración, Guterres no incluyó a la educación, que el 24 de enero debió celebrar su “Día Internacional”. Desde que la pandemia irrumpió, a finales de 2019 y principios de 2020, la educación ha permanecido relegada y las deficiencias en las clases presenciales han afectado a millones de niños y jóvenes.

La ONU ha propuesto medidas adecuadas para atacar la crisis mundial de la educación e impulsar su desarrollo en los países con mayores problemas en este sector; entre ellas destacan los Objetivos de Desarrollo Sostenible de su Agenda 2030 y, por supuesto, el Artículo 26º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece el derecho a la educación gratuita y obligatoria en un nivel inicial y elemental; así como las metas principales: el desarrollo humano personal y el fortalecimiento de las libertades y derechos humanos.

Es cierto que la pandemia ha agudizado la crisis educativa que desde hace varios siglos padecen niños y jóvenes de naciones pobres o en proceso de desarrollo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) afirma que la educación “es una herramienta fundamental para erradicar la pobreza y el hambre, que ayuda a mejorar la salud física y mental, promueve la igualdad de género y equidad social”. Sin embargo, las cifras más recientes muestran que en lugar de un avance en la búsqueda de ese objetivo hay un retroceso, pues actualmente 258 millones de niños y jóvenes no reciben educación escolarizada; 617 millones de niños y adolescentes no saben leer ni tienen conocimientos básicos de matemáticas; 40 por ciento de la población mundial no tiene acceso a la educación en su propio idioma; y en los países en vías de desarrollo el 91 por ciento los niños se matriculan en la escuela, pero 57 millones no asisten a las aulas.

En México, durante los dos últimos ciclos escolares, al menos 847 mil alumnos abandonaron las aulas. El mayor abandono escolar ocurrió en la educación básica, con 665 mil; en el nivel medio superior fueron 160 mil y en la educación superior 31 mil. ¿Las causas? La pandemia y la nula atención que le han prestado las autoridades al asunto. Las entidades con mayor deserción son el Estado de México, Puebla y la Ciudad de México; y en las zonas rurales, se ha agudizado este fenómeno endémico.

El Tercer Informe de Labores de la Secretaría de Educación Pública (SEP), emitido en noviembre de 2021, describe la estrepitosa caída en el número de alumnos y de maestros que cursaron ese ciclo; el cierre de escuelas, la no entrega de materiales escolares y las pésimas condiciones materiales en que se halla la infraestructura escolar. En ese periodo se suspendieron mil 208 escuelas en menos de un año; durante la pandemia desaparecieron las Escuelas de Tiempo Completo, el Programa Nacional de Convivencia Escolar, el Programa para la Atención a la Diversidad de la Educación Indígena y, entre otros, el Programa Atención Educativa de la Población Escolar Migrante; y nueve mil 172 maestros dejaron de impartir clases. ¿Se necesita alguna otra razón para entender la deserción escolar?

En México, los niños, adolescentes y jóvenes suman 62 millones, casi la mitad de la población. Un mar de mexicanos condenado a renunciar a la educación porque tienen que trabajar, mientras el gobierno carece de planes para evitarlo.

Las crisis educativa, económica, social y política, cuyas principales causas provienen de un sistema basado en la desigualdad, la injusticia y el privilegio solo podrán enfrentarse con la participación del pueblo organizado y educado en la necesidad de construir un mundo nuevo en el que prevalezcan la igualdad y la justicia; para este objetivo, la energía de los jóvenes es vital e indispensable. Por el momento querido lector, es todo.

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