Arturo Zárate Vite
La senadora Beatriz Paredes Rangel es de las políticas más reconocidas y respetadas, sin importar el partido al que pertenece. Ha sabido combinar prudencia e inteligencia.
En su larga trayectoria le han faltado ocupar los cargos de secretaria de Despacho o de Estado y presidenta de la República. No por ausencia de méritos sino por la correlación de fuerzas y porque por muchos años los varones fueron dueños absolutos del poder en México.
Han cambiado los tiempos, cada vez se habla con más insistencia de que una mujer puede llegar a gobernar el país y existen perfiles de distintos partidos para competir por esa posición.
Beatriz se ha desempeñado en diversas ocasiones como diputada y senadora, ha sido gobernadora de su estado natal Tlaxcala, embajadora, líder campesina y dirigente nacional PRI.
Cuando le tocó presidir la mesa directiva de la Cámara de Diputados, supo sortear con éxito estrategias de la oposición que amenazaban con empantanar el trabajo del poder legislativo o hacerlo caer en incumplimientos normativos, rebasar los tiempos establecidos para la aprobación del presupuesto federal.
Acciones de la oposición para dejar constancia de su inconformidad, para llamar la atención y hacer escándalo. Una oposición integrada por muchos de los que ahora están en el poder.
El día que se agotaba el tiempo para aprobar el presupuesto, cuando solo quedaban unas cuantas horas del plazo fijado por la ley y era evidente que no se cumpliría, Beatriz encontró la fórmula para salir del jaque en que la había colocado la oposición, jugada política que sus adversarios no esperaban: detuvo el reloj legislativo con el fin de que los grupos parlamentarios, los coordinadores, se sentaran a dialogar y destrabaran la diferencia.
Lo consiguió, hubo acuerdo, se aprobó el presupuesto. La capacidad y habilidad política la sacaron del apuro. Ante la radicalización de adversarios, recurrió al manejo político y a convencerlos de que era incorrecto manchar la legalidad legislativa por una marrullería, porque el descrédito sería para todos.
En contraste con ese manejo parlamentario, Olga Sánchez Cordero, presidenta de la mesa directiva del Senado de la República, ministra en retiro, notaria, ex secretaria de Gobernación, con diferencias públicas con el ex consejero jurídico Julio Scherer Ibarra, hijo del fundador de la revista Proceso, Julio Scherer García, ha pasado aprietos ante los embates de la oposición, ha tenido que aguantar reclamos y hasta intentos de romper el quórum. No ha tenido sensibilidad para encontrar el punto medio, actuar sin favorecer a su mayoría. Le ha faltado flexibilidad política, sin que implique ceder el control del pleno a una minoría que tiene la experiencia de haber sido mayoría por muchos años.
Además, su ex compañera de bancada y ahora integrante del grupo panista, senadora Lilly Téllez, parece haberle tomado la medida, no le perdona titubeos y no duda en descalificarla al observar inconsistencias y hasta incongruencias en la conducción de la sesión de pleno.
Sánchez Cordero no pudo evitar ser exhibida por utilizar dos raseros: uno para prolongar el tiempo establecido para que sus compañeros de bancada llegaran al salón y aseguraran la existencia de quórum, y otro para cerrar la votación en el tiempo fijado por la norma, sin darle un segundo más a opositores que faltaban por llegar al pleno.
Se avecinan momentos álgidos en el parlamento con el debate de la reforma eléctrica. Manejo político y trato equitativo van a requerirse para que haya éxito en la conducción de las sesiones.
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