Arturo Zárate Vite
A raíz de que el presidente Andrés Manuel López decidió que no asistiría a la Cumbre de las Américas porque el anfitrión era excluyente, despertó inquietud por el impacto que podría tener en la relación México-Estados Unidos.
Sin embargo, no se debe perder de vista que prácticamente al mismo tiempo se produjo el anuncio de que el mandatario mexicano se reuniría con su homólogo norteamericano Joe Biden en julio. Doble movimiento en el tablero de ajedrez diplomático para mitigar la inasistencia y evidenciar entendimiento entre los gobernantes.
Ya se sabe que no hay nada casual en política y mucho menos en los círculos diplomáticos. Pareció que el mexicano se tardaba en definir si iba o no iba a la reunión cumbre, cuando quizás en ese tiempo se negociaba el encuentro bilateral para el siguiente mes.
Logró el efecto esperado, porque desactivó la ola mediática de quienes se frotaban las manos y esperaban ver tensión entre los dos gobiernos, sobre todo molestia de la potencia universal por el aparente desaire a la cumbre que tuvo como escenario la ciudad de Los Ángeles. Se creía vendría reacción áspera, incluso hasta un coletazo o castigo del gigante. Nada de eso sucedió.
Se realizó la reunión en la fecha programada con ausencia de una decena de mandatarios, sin que alterara los trabajos previstos. México estuvo representado por el canciller Marcelo Ebrard, atento a los temas que interesan a nuestro país y a los Estados Unidos.
Temas como migración, seguridad y narcotráfico que seguramente formarán parte de la agenda que desahogarán ambos presidentes, de México y los Estados Unidos, el próximo mes.
Así que el gobierno vecino no llevó a cabo ninguna acción para crucificar al mexicano porque el presidente resolvió no participar, en protesta por la medida excluyente, que no quiere se vuelva a repetir.
En otras palabras, al menos a nivel de gobiernos, de presidentes, como ahora se dice, ¡no hay ni hubo tiro!
Algunos senadores estadounidenses como Ted Cruz y Marco Rubio levantaron la voz, lanzaron imputaciones en materia de narcotráfico. No tuvieron que esperar mucho para recibir la respuesta desde México, la exigencia de que probaran lo que decían como parlamentarios.
La Cumbre de las Américas ya quedó atrás, mantuvo su importancia y hubo acuerdos entre participantes.
Es obvio que los senadores no van a cambiar su opinión y muchos menos retractarse u ofrecer disculpas.
Sin embargo, en julio, cuando se encuentren los presidentes de México y Estados Unidos, quedará a la vista el nivel de comunicación, entendimiento y acuerdo para hacer frente a problemas que afectan a los dos países.
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