Arturo Zárate Vite
Para nadie es secreto que por muchos años al PRI le funcionó su ritual para elegir al candidato presidencial, método para sumar a todos sus sectores y agrupaciones, garantía de triunfo. Incluso la sociedad, una vez enterada de quien era el afortunado, daba por hecho que tomaría la estafeta del poder.
Otros tiempos. La hegemonía del tricolor, el ritual de la sucesión que entonces era llamado “dedazo”, porque la decisión final la tomaba el presidente en turno.
Había frases de veteranos de la política que acompañaban y fortalecían el ritual: “el que se mueve no sale en la foto”, atribuida a Fidel Velázquez, quien soló dejó la dirigencia de la Confederación de Trabajadores de México con los pies por delante, a su muerte.
Y nadie se movía. Práctica que, como todo en la vida, empezó a desgastarse, sobre todo cuando el “dedazo” ignoraba por completo voces experimentadas de la militancia e imponía su capricho, sin importar costos, enojos, diferencias y desánimo entre sus cuadros y aspirantes.
Hay un libro editado en 1983 titulado “La decisión presidencial” y escrito por Roberto Casillas, quien fuera secretario particular del presidente José López Portillo. Nadie más cercano al poder presidencial para conocer el ritual. Lo describió y detalló en su texto. Si bien en ningún momento negó el “dedazo”, dejó en claro que primero se hacían consultas en busca del consenso, para conciliar a las distintas fuerzas de la sociedad. Tiempos en los que la maquinaria priísta estaba tan bien aceitada que no existía riesgo de que se descarrilara.
Murió este ritual.
Hoy hay otro, producto de la experiencia, impregnado de nuevo estilo, armado con mucha anticipación. Nada de lo que se diga y haga, de aquí hasta el día de la elección, será casual. Hay un guion, una directriz que su autor va a cuidar y procurará que todos sus aliados la respeten.
Sería iluso suponer que el desarrollo del ritual sería improvisado. Las acciones y escenarios están acordadas desde hace meses y años. ¿Qué no dicen que el proceso de sucesión arranca a partir de que el presidente toma posesión? No solo empieza la competencia entre los aspirantes, también se prepara y va afinando la pista por donde correrán.
La primera prueba para Morena como partido en el poder. Ya se verá si funciona o no su estrategia de piso parejo y encuestas. De lo que no hay duda es que ha sido construida por un experto, que le tomó 18 años llegar a la silla presidencial y hará todo lo que pueda para que continúe su proyecto.
Por lo pronto, está a la vista que la oposición va atrás, todavía ocupada en cómo elegir a su candidato o candidata. La oposición se quedó en la lluvia de ideas, sin aterrizar ninguna. Sin preocuparse por depurar la larga lista de aspirantes, en la que hay gente que solo participa para ver cuantas rebanadas del pastel le pueden tocar. No ambicionan el pastel completo ni tienen el perfil para conseguirlo.
Hay de todos sabores y colores, revueltos aspirantes con respetada trayectoria y aspirantes con historial controvertido. La sociedad no logra saber ni identificar quien puede ser real alternativa.
Se extravió la oposición. No tiene ritual ni estrategia para la sucesión presidencial. Va acomodando piezas sobre la marcha. Improvisa y espera que sus planes de última hora le funcionen. (Fotografía principal Publimetro)
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