Por Miguel Ángel López Farías
La democracia a mano alzada llegó y no se si para quedarse, pero de entrada ahí vienen dos sendas aduanas: La del nuevo aeropuerto y la de la reforma educativa. Dos maquinotas enviadas al taller para revisar si las queremos o no.
Para hacer el pastel nos han colocado varios ingrendientes: Foros, mesas de análisis, debates en los medios, cápsulas informativas, consultas regionales, más bombardeo mediático para explicar qué es lo que se busca, utilización de las redes sociales y kilométricos análisis de especialistas.
Por supuesto que vendrá la defensa de los primeros proyectos y al final la decisión en una magna auscultación que le pondrá el barniz de ejercicio democrático con factura cargada al pueblo.
Con todo esto, despertaremos muchos peligros, el más será que el “pueblo se equivoque” y nos salga más caro el caldo que las albóndigas, pero también se abre la posibilidad de que algo, por primera vez en la historia nacional, se realice bajo la más absoluta transparencia y, mejor, con un alto sentido social y no sólo lo que ha subsistido en esta patria, los proyectos que favorecen a muy pocos y terminan siendo una lápida muy pesada para todos.
Esa es la apuesta del presidente electo y habremos de esperar los resultados, es su oportunidad y nos guste o no, esta en su derecho, tal y como en su momento fue para Peña Nieto, o Calderón o Fox o Zedillo. Y así, para atrás.
Nadie garantiza que vaya a funcionar, ahora se trata de responsabilidades compartidas, y un grueso de los mexicanos tendremos que elevar el nivel de concentración, dejar de ver telenovelas, cerrar el libro vaquero, dejar el celular un rato y atender la llamada a clases.
¿Sabe usted algo de aeronáutica?¿De donde debe despegar o aterrizar un avión? ¿Ha volado en avión? ¿Le importan los aviones?
Tal vez ni le interese, pero que tal la reforma educativa ¿qué tipo de país quiere usted para sus hijos? ¿Qué tipo de hijos quiere para su pais?
¡Aguas!, eso viene en el examen. Se lo van a preguntar, a los millenians les queda claro que para empujar a México se requiere más que buenas intenciones o el trabajo constante y la dedicación y el esfuerzo, México no se arregla con twitters o likes.
Mire usted a México le sobran virtudes, es un país con carácter, eso sin duda, sólo que llevamos mucho tiempo tratando de sembrar la semilla en los estudiantes para que les toque algo mejor, un México menos convulso, menos dramático e injusto como ha sido hasta ahora.
¿Cómo y de qué manera lo queremos? ¿Sabe usted la diferencia entre educación e instrucción? Mejor dicho, como padre de familia qué ejemplos coloca en sus hijos para que estos sean mejores personas, mejores vecinos, mejores seres humanos, mejores mexicanos.
¿Cree que la tarea es de una reforma educativa y no de lo que dentro de su hogar sucede? Vienen tiempos de consultas, muchas, pero también de hacernos más y más preguntas, algunas no nos van a gustar, pero para avanzar deberemos plantearlas.
Y le dejo una frase profunda y real de Buda: “Para enseñar a los demás, primero has de hacer tu algo muy duro: Has de enderezarte a ti mismo”.