En un insufrible alarde de autoritarismo y prepotencia, el presidente de la República decretó, el 25 de julio, en gira oficial por Veracruz, que “habrá regreso a clases presenciales «llueva, truene o relampaguee»” (EL FINANCIERO, 25 de julio). Según la misma nota, el presidente argumentó que “…no vamos a mantener cerradas las escuelas. Ya fue bastante”; y en seguida: “México es con Bangladesh el país que más tiempo lleva con las escuelas cerradas y esto no es bueno”. En el mismo acto, calificó de “pequeños rebrotes” la tercera ola de COVID-19, y aseguró que “desde luego, vamos a seguir apoyando para enfrentar la pandemia; no vamos a confiarnos porque hay un rebrote, no como los anteriores, pero tenemos que seguir vacunando” (misma nota de EL FINANCIERO). Vacunar a la población es correcto pero totalmente insuficiente para garantizar la salud de más de 35 millones de estudiantes, encerrados en aulas sin ventilación y sin espacio suficiente para mantener la sana distancia. Pero fue la única ayuda concreta que comprometió el presidente.
Las reacciones en contra del ucase no se hicieron esperar. “El 90% de padres de familia no está de acuerdo con el regreso a clases: CNTE”, escribió Nurit Martínez en EL SOL DE MÉXICO del 25 de agosto, por ejemplo. Los estudiantes de la FNERRR también rechazaron la medida objetando falta de vacunas y de condiciones sanitarias en los edificios escolares. Forbes México del 29 de julio dijo que el presidente demócrata reaccionó en los siguientes términos: “No me importa que la mayoría esté pensando en no regresar, yo voy a sostener de que es indispensable que se regrese a las clases por el bien de los niños, de los adolescentes, de los padres de familia (no aclaró si, para él, este supuesto “bien” vale más que la salud y quizá la vida de la niñez y juventud del país), por el bien de todos, por el bien de la educación y el desarrollo del país”.
Luego “…pidió a los padres y autoridades escolares limpiar las aulas para que los niños y jóvenes regresen el próximo mes a clases presenciales. «Todos ayudemos a limpiar las escuelas, a que estén en buen estado». Todos significa la participación de madres, de padres, maestros, maestras, autoridades municipales, de gobierno estatales de lo que nos corresponde como gobierno federal, porque hay una postura de que no haya clases”. Como se ve, la única tarea que asume como suya el gobierno federal es repartir tareas y responsabilidades a los demás.
El 12 de agosto, en la mañanera, el presidente volvió a la carga: el regreso a clases es indispensable porque “no hay nada que sustituya a la escuela. La escuela es el segundo hogar, ahí no solo se aprende, ahí se convive con otros niños, ahí se sienten feliz (sic) los niños, los adolescentes, con sus amigos, ahí se aconsejan mutuamente”. “Subrayó que se está trabajando la vuelta a las aulas, limpiando y rehabilitando las escuelas” (¿quién?). “Es mucho el daño que se origina si no regresamos a las aulas. Vamos a cuidar con protocolos sanitarios a las niñas, a los niños…” (MILENIO de la fecha mencionada).
Todos los argumentos que el presidente esgrime en defensa del retorno a clases presenciales son totalmente ciertos y plenamente compartidos por la inmensa mayoría, si no es que por la totalidad de la población del país, incluso (y en primer lugar quizá) por quienes se oponen al retorno inmediato a las aulas. Por eso, al escuchar sus reiterados alegatos, uno no puede menos que preguntarse: ¿contra quién combate o a quién busca vencer (o convencer), si todos estamos convencidos desde siempre de que urge el retorno a las aulas? ¿Por qué o para qué esos rounds de sombra?
Si reflexionamos más detenidamente el asunto, veremos que tales golpes al vacío no son un simple despropósito sino que tienen una finalidad precisa: eludir el verdadero problema a discusión para colocar en su lugar un falso dilema: si conviene o no el regreso a las clases presenciales. Pero la verdadera preocupación de quienes cuestionan el retorno inmediato a las aulas es otra, a saber: si la comunidad escolar y la población en general, así como los edificios escolares, reúnen las condiciones mínimas necesarias para un retorno a clases seguro, con todo lo relativo que pueda tener aquí el término seguro. Y es aquí, cuando se plantea en sus justos términos el problema, cuando aparece la madre del cordero.
Primero, porque pone en evidencia que la causa de que México sea uno de los países con sus escuelas cerradas por mas tiempo y donde los daños a la educación son más severos, junto con el hecho innegable de que también estamos entre los primeros lugares mundiales en contagios y trágicas muertes por COVID-19, estriba en el pésimo manejo de la pandemia, en la manipulación demagógica de las medidas de mitigación y contención de la peste, en el manejo electoral de las vacunas junto con la ineptitud del personal encargado de elaborar el programa de aplicación del biológico y de su ejecución práctica. Todo lo cual es responsabilidad directa e ineludible del gobierno, es decir, del subsecretario de salud Hugo López-Gatell y del propio presidente López Obrador.
Ahora mismo, ante la tercera ola de contagios con la variante Delta, el presidente la minimiza llamándola “rebrote” y el subsecretario López-Gatell se niega a vacunar a los menores de 18 años argumentando que no existe evidencia científica del peligro en este sector de la población ni de la necesidad de combatirlo con la vacuna. Y el presidente apoya estas temeridades (nacidas no sé si de la ignorancia o de la mala fe) que juegan con la vida ajena, diciendo que exigir vacunas para quien no las necesita o reclamar una tercera dosis de refuerzo para los ya vacunados, es “consumismo”. Y todo esto cuando los medios están llenos de información alarmante sobre la magnitud del “rebrote” y sobre el contagio y muerte de niños y jóvenes, en México y en el mundo.
“Los casos de covid-19 en niños van en aumento en Estados Unidos (CNN del 21 de julio); “Las reaperturas inseguras de escuelas en EE. UU. aumentan los casos de COVID-19 en niños” (wsws.org, 24 de agosto); “Cuerpos se apilan en un crematorio de Florida por el repunte de covid-19” (Agencia EFE); “España continúa con la reapertura de las escuelas a pesar de las altas tasas de contagios” (wsws.org, 26 de agosto); “Reabrir las escuelas representa un gran riesgo para las vidas de los niños (wsws.org, 14 de agosto); “Es el peor momento para regresar a clases presenciales, advierten exsecretarios de Salud” (EL ECONOMISTA, 18 de agosto); “Saturan llamadas por Covid infantil” (REFORMA, 19 de agosto); “Jóvenes saturan hospitales y centros de vacunación” (EL SOL DE MÉXICO, 31 de julio). Esta es una síntesis desordenada, (solo de los encabezados) de algunas de las notas aparecidas en conocidos y confiables medios de México y el mundo.
Por otra parte, desde los primeros días de este 2021 cuando menos, se comenzó a hablar de la necesidad del retorno a clases presenciales en virtud del daño que el cierre prolongado de las escuelas estaban causando a los estudiantes, a los padres de familia y al país mismo. Y no fue el gobierno, sino la opinión pública, la que comenzó a alertar sobre el problema. Organismos mundiales reconocidos como la OMS, la OPS, la UNICEF y universidades públicas y privadas, dijeron que tal regreso era posible a condición de que un porcentaje mínimo (70%) de la población estuviera inmunizado; se garantizara un riguroso protocolo sanitario para alumnos y personal escolar y, en primerísimo lugar, espacios educativos amplios, limpios, bien ventilados, con filtros del aire que respirarían maestros y estudiantes y con todo el instrumental digital para detectar a tiempo posibles casos de contagio.
Los expertos de la UNICEF, entre otros, mencionaron que tales condiciones eran suficientes para el regreso a clases razonablemente seguro, como lo probaba la experiencia de algunos países avanzados del norte de Europa. No omitieron señalar que la situación de las escuelas mexicanas estaba lejos de las de los países piloto, lo cual era un llamado implícito al gobierno mexicano para que pusiera de inmediato manos a la obra. Ante la prisa actual del presidente, es hora de preguntarle: ¿qué ha hecho en concreto, para cumplir los requisitos mínimos que se le recomendaron hace más de medio año? Esta y el mal manejo de la pandemia son las cuestiones que pretende eludir con sus rounds de sombra.
Pero la respuesta la conocemos todos: ¡Nada! No ha hecho absolutamente nada serio. Por eso nos sale ahora con que en la vida se corren riesgos siempre, si se quiere hacer algo o avanzar en algo. Sí, la vida entraña riesgos siempre, y justamente por eso el hombre ha tenido que aprender a preverlos y a evitarlos cuando es posible. Pero de lo que aquí se trata es de que los riesgos fueron previstos a tiempo y las medidas para reducirlos al mínimo también, pero su gobierno simplemente se quedó cruzado de brazos. Y hoy quiere regresar a los niños y jóvenes a las aulas sin protección, a pecho descubierto, apelando al sofisma de que los riesgos son inevitables.
El colmo es que está echando toda la responsabilidad de la tarea que él no hizo sobre las espaldas de los padres y madres de familia y, en menor medida, de los profesores y el personal auxiliar. El periódico 24 HORAS del 13 de agosto lo dijo con toda claridad: “La SEP deja a padres tarea de cuidado sanitario de las escuelas”. A quien se quiera tomar la molestia de documentar esta verdad, le recomiendo la nota de Francisco Rojas en EXCÉLSIOR de la misma fecha. Allí podrá leer que las tareas, responsabilidades y costos del regreso a clases para la comunidad y los padres de familia forman un complejo de problemas tan exagerado y abusivo, que no lo podría cumplir ni la propia titular de la SEP, si le pagaran solo para eso.
La pregunta obligada es: ¿por qué si al presidente le preocupa tanto el bienestar de niños y jóvenes y del país entero, no ordenó iniciar a tiempo los trabajos de restauración y limpieza de las escuelas ni destinó el presupuesto necesario para abastecer los insumos indispensables a todos los estudiantes y a todas las escuelas del país? Hay motivos para sospechar que el fondo de su prisa es otro. A este respecto, el portal wsws.org del 14 de agosto dice: “…la marcha de los funcionarios gubernamentales para abrir las escuelas no es meramente una cuestión de irracionalidad individual. El carácter internacional de esta campaña se basa en la necesidad imperiosa de la clase capitalista para (…) que los padres regresen a los lugares de trabajo inseguros …” Y en efecto, una revisión somera de la prensa mundial confirma el carácter planetario de la campaña con argumentos idénticos a los que maneja López Obrador, como lo prueba el caso de EE. UU.
El portal chino spanish.people.cn completa el cuadro: “…en Estados Unidos -dice-, que a menudo se jacta de ser un «faro de la democracia» y un «ejemplo brillante de derechos humanos», la respuesta a la pandemia siempre ha estado dominada por el capital…”. Para probarlo cita al New York Times según el cual un grupo de trabajo sobre coronavirus de la Casa Blanca y el Consejo de Seguridad presentó el 14 de febrero de 2020 un proyecto en que sugería medidas estrictas contra la pandemia, pero los legisladores las rechazaron porque “conducirían al colapso del mercado de valores”. Y sigue: “Es impactante que los políticos estadounidenses incluso hayan utilizado la «ley de supervivencia del más apto» darwiniana para excusarse por su indiferencia ante lo que la gente ha sufrido en la crisis de salud pública”. En México no solo nos recetan los mismos hipócritas argumentos sobre la salud mental y física de niños y jóvenes, sino que, sin decirlo, también nos han aplicado y nos siguen aplicando la ley darwiniana de la “inmunidad de rebaño”, como lo demuestra en su libro “Un daño irreparable: La criminal gestión de la pandemia en México”, la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie.
Ahora mismo, López-Gatell niega la vacuna a jóvenes menores de 18 años alegando que no hay evidencia científica de que la necesiten, justo cuando los contagios en este sector de población se están disparando en México y en el mundo, como acabamos de ver. Al mismo tiempo, apoya el inmediato regreso a clases. Esto es inmunidad de rebaño: que se contagie quien sea y que se muera quien se tenga que morir. Lo que importa es salvar al gran capital transnacional y al gobierno de la 4ªT. Por lo demás, solo escribo este artículo por deber de conciencia, y de ahí su carácter relativamente extemporáneo. Vale.