Hablando Claro
Manuel Aparicio Méndez
SIMEX.- Desde luego que me acuerdo del sismo del 1985. Como todos los días me estaba preparando para salir rumbo a mi oficina, eran, poco antes de las 7:20 de la mañana, mi hija Rebequita tenía un año y dos días de nacida; me despedía de ella, cuando empezó un movimiento raro, la tierra se mecía, luego un movimiento ondulatorio y después se convirtió en trepidatorio. Se escuchaban ruidos; tronaba el edificio, escuchabamos gritos de la gente que entró en pánico. No podíamos abandonar el edificio así es que aguantamos abrazados lo que considerábamos ya, nuestro fin. Parecía interminable. Por fin… dejó de temblar revisamos los daños, pero no fueron mayores, los vecinos estaban bien sólo muy asustados.
A la distancia, se escuchaban ambulancias, se fue la luz, por tanto no podíamos escuchar radio, ni ver televisión, mi esposa y yo permanecíamos atentos. Algún vecinos gritaban que Jacobo Zabludovsky estaba informando que el centro de la ciudad se había caído, se corrían rumores de que la colonia Roma había desparecido. Eso lo decidió todo, mi espíritu de reportero me indujo a realizar mi trabajo, por lo que salí rumbo a Tlatelolco, no se podía avanzar mucho en carro así es que la travesía la hice a pie. Las primeras imágenes hicieron que se me nublaran los ojos, no podía dar crédito a eso que estaba viendo.
Me impresionó observar el edificio Nuevo León, una mole de casi 60 metros de altura que era parte del conjunto Nonoalco-Tlatelolco, totalmente derumbado…
Se escuchaban por todos lados ayes de dolor, gritos de desesperación, peticiones de auxilio, lamentos, rezos, lágrimas de rabia e impotencia. Se sentía un ambiente raro, tétrico, con miedo la gente corría frenética de un lado a otro. Las autoridades no llegaban, así es que los vecinos empezaron, sin más herramientas que sus manos a retirar escombros; se unían grupos para intentar remover pedazos de construcción, fierros retorcidos y miles de vidrios rotos, que hacían más peligroso el intento de rescate.
Se escuchaban quejidos y voces semi apagadas que intentaban guiar a los improvisados rescatistas, quienes carentes del conocimiento y herramientas para ese propósito, aún a costa de su vida buscaban salvar a un semejante, aunque no fuera conocido. Las horas transcurrían y la desesperación se apoderaba de todos, las voces se apagaban, sinónimo de que el número de muertos había crecido al no soportar el dolor de sus lesiones o al desangrarse.
Muchos de quienes ayudaban de todas las edades, mujeres y hombres permanecían sin desayunar, sin comer, sin tomar agua y sin descansar, porque lo más importante era intentar rescatar y así salvar una vida y cuando lo lograban estallaban en gritos de júbilo. Ese fue el estímulo que mantuvo de pie y por muchas horas a esos héroes anónimos, que no buscaron aplausos ni reconocimientos. solo querían ayudar. Por cierto de este ejercicio surgió La Brigada de Rescate Topos, ahora famosa en el mundo por su habilidad por salvar la vida de victimas de terremotos
También con hambre, continué a pie mi recorrido, llegue a la alameda, estaba caído el famoso hotel Regis, y muchas otras edificaciones. Por donde volteara uno, se veía el desastre y se percibía un fuerte olor a gas y a quemado. Parecía de esas zonas de guerra que vemos en las películas, todo destruido casi nada en pie y mucha gente que no atinaba qué hacer. Lloraban gritaban imploraban, pero nada cambiaba las consecuencias del terrible embate de la naturaleza. Un sismo de 8.1 grados. En escala de Rigther, que duró dos minutos que se hicieron una eternidad
Al otro día recorrí otras áreas pero todo se veía igual, destrucción total. En la calzada de Tlalpan había edificaciones que pareciera que las habían sacado de sus cimientos y las pasaron a la calzada. Fui a mi oficina ubicada en el número 18 de la avenida Bucareli, en el tercer piso del edificio que albergaba el cine Palacio Chino, pero estaba todo fracturado, no dejaron entrar a nadie, se me nublaron los ojos y perdí todo.
Por la tarde viví la terrible réplica que acabó de derrumbar los edificios que estaban muy dañados y fracturó otros tantos. La histeria hizo presa de hombre mujeres y niños, me toco abrazarme de un poste y tomar a una niña en mis brazos mientras el piso se movía bruscamente y los postes se inclinaban peligrosamente, los cables chocaban y producían chispas. La gente corría sin ton ni son, gritaba, de rodillas oraba, lloraba, imploraba hasta que todo volvió a la calma.
El saldo oficial casi 4 mil muertos, en tanto que otras instancias calculaban que los muertos podrían ascender a 40 mil, aunque finalmente se considera que el número de víctimas mortales se establece en 10 mil. Y del millón 404 mil edificios que habÍa en el Distrito Federal, 50 mil 500 sufrieron daños de distinta magnitud. En ese tiempo, el presidente Miguel de la Madrid, informó que 412 edificios quedaron destruidos, 5 mil 728 afectados y 100 mil familias con daños en sus viviendas.
Se concluye que no se conoce cuántos resultaron damnificados, a cuánto ascendieron los daños ni cuántos muertos, en virtud de que cuando tiraban las miles de camionadas de escombros, pudieron irse revueltas algunas partes de cuerpos que no se rescataron. Urgía retirar los escombros porque al pasar los días, el olor a putrefacción era insoportable…
Bueno, el sismo el 19 de septiembre del año pasado mientras se preparaban para el llamado gran simulacro, a la una de la tarde con casi 15 minutos, mientras sonaban las alarmas se empezó a mover la tierra con tal intensidad, que todos trajimos a la mente el recuerdo del sismo del 85… otra vez estaba sucediendo, se escuchaba el crujir de las estructuras, se botaban los vidrios y se hacían añicos al caer, más fierros retorcidos, gritos de dolor, de miedo, pedían auxilio mientras en diferentes partes de la ciudad se miraba caer edificios, más muertos… La historia se repetía, un sismo de 7.1 grados en escala de Rigther, que causó más daños que el registrado el 7 de septiembre también del año pasado.
Aunque hay que destacar que en el sismo de 1985, no se tenía la menor idea de cómo rescatar un cuerpo, no se contaba con un protocolo de emergencia y rescate, por eso todo se hizo sin mayores herramientas que las manos y mucha voluntad y solidaridad humana. En el sismo del año pasado. Ya contábamos con los especialistas en rescate, los Topos de Tlatelolco, cuerpos de rescate, de emergencias y algo impresionante la participación de los llamados milenials que teléfono en mano organizaron todo de tal manera que en poco tiempo se sabía a donde habría que canalizar víveres, agua, ropa, atención medica etc.
Los sismos los sismos del 19 de septiembre de 1985, el 7 de septiembre del 2017 y del 19 de septiembre también del 2017, coinciden en la lentitud de las autoridades para intervenir con los cuerpos de emergencia y rescate, en tanto que la población civil, de inmediato se hizo cargo, guiados únicamente por su intuición.
La presencia de delincuentes que entraban a las casas a robar lo que podían, mientras los afectados rumiaban su impotencia por la falta de cuerpos de vigilancia, en el 85 al igual que en los del año pasado, los ladrones despojaban de pertenencias a los cadáveres o heridos, sin tenerles un mínimo de respeto o intentar siquiera ayudar en algo.
Pero ayer como hoy y espero que siempre, brilló la presencia de la calidad humana de la población civil que medio organizada dio lo que tenia a su alcance, agua, comida, café, medicamentos, ropa, etc. que es de más valor que los discursos de políticos que sufrieron mucho para aportar una mínima parte de su salario para ayudar a las víctimas de los sismos.
Insisto, solo en los discursos para llamar la atención se desgarran las vestiduras y asumen la defensa de quienes finalmente fueron estafados por esos supuestos representantes, como Dolores Padierna, René Bejarano y Martí Bartes, quienes ofrecieron gestionar viviendas para quienes perdieron todo; pero acabaron haciendo el negocio de su vida.
De ahí que a 40 años de distancia todavía haya personas esperando que les asignen su vivienda y habitan campamentos insalubres, en condiciones lamentables, en donde aquellos jovencitos, algunos de ellos huérfanos, han visto nacer y crecer a sus hijos y ahora nietos. Y Ningún político o gobernante ha hecho por ellos absolutamente nada. Insisto, sólo en discurso para recordar la violencia de la naturaleza. Mientras disfrutan de salarios que son un insulto a la pobreza de los mexicanos…
Permítanme, que esta reseña sea un homenaje a las decenas de miles de personas que perdieron la vida en los sismos, y también a esos miles de civiles que dieron todo a su alcance por salvar vidas, pues en algunos casos desde las entrañas de los escombros, rescataron a niños recién nacidos que hoy son padres o abuelos, y que en ese tiempo quedaron huérfanos, pero crecieron al lado de gente bondadosa, porque para el gobierno no existen.
También en recuerdo de amigos y compañeros periodistas que perdieron la vida al desplomarse las instalaciones de televisa Chapultepec, las de Radio Fórmula… Desde aquí mi recuerdo para mi gran amigo Sergio Rod quien junto Gustavo Armando, El Conde Calderón conducían el programa de radio: “Batas, pijamas y pantuflas.” estaban trabajando en las oficinas de Radio Fórmula, en Río de la Loza, cuando ocurrió el terremoto. También fallecieron Félix Sordo, locutor de la XEW y conductor de Televisa; y Ernesto Villanueva, productor de Televisa.