Eduardo Sadot
En septiembre de 1924 en la Declaración de Ginebra la liga de las naciones reconocieron los derechos de los niños, el presidente Álvaro Obregón lo instituyo. Posteriormente en 1954 Naciones Unidas recomienda a todos los países la celebración de un día dedicado a los niños.
En la ciudad de Bruselas desde 1619 existe una estatua del escultor Jerome de Duquesnoy, conocida como el niño meón el Manneken Pis o “Petit Julien”, pero se sabe que la actual estatua de bronce, substituyo a otra, que existió de piedra, el Manneken Pis es el símbolo de la ciudad de Bruselas. Cuenta la leyenda que durante un combate salió un niño a orinar y los combatientes dejaron de pelear, otra leyenda habla de un niño que acompañando una procesión se desvió a orinar la casa de una bruja y esta lo volvió estatua, otra más dice que un niño orinó en un fuego incipiente y ello salvó a la ciudad de incendiarse.
En este día del niño quiero referirme a los niños discapacitados, enfermos, abandonados, los de la calle, los que son víctimas de violencia, los trabajadores desde edad temprana, los limpiadores de parabrisas, los huérfanos, los niños, hoy adultos que olvidaron la candidez infantil, los que han perdido la esperanza, los agonizantes, los que creyeron y les decepcionaron, mis oraciones a los que han muerto prematuramente, a los que van a morir y mi esperanza en los que sobrevivirán para hacer de este mundo un mundo mejor.
A todos y, a usted también, que algún día fue niño.
Con el deseo de que nunca deje morir al niño que todos llevamos en el corazón, que se manifieste siempre a la menor provocación, el menor llamado, para alegría de todos.
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