“Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos…
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos…
Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos…
Que los huesos del hombre los entierran con cuentos…”
León Felipe
Por: Homero Aguirre Enríquez
La política social de la Cuarta Transformación, esa que prometió terminar con la pobreza de millones de mexicanos, tiene varios problemas que la hacen inviable y en más de un sentido demagógica. Uno de sus principales defectos es que está basada en la falsa y nunca explicada premisa de que basta combatir la corrupción para que aparezcan como por milagro los recursos millonarios para abatir la pobreza y la desigualdad que padece el pueblo de México, en vez de aplicar una política integral y con amplio respaldo popular que incluya alzas salariales sustanciales, una reforma fiscal progresiva y, con base en ella, un aumento del gasto social hacia indicadores claramente relacionados con el bienestar, como los servicios, la vivienda, la salud y otros, así como lo demuestran los estudios serios y las experiencias mundiales en este tema.
Está escrito y grabado en varios medios que, cuando era candidato, Andrés Manuel López Obrador ofreció recuperar cantidades que oscilaban entre 500 mil y ochocientos mil millones de pesos cada año, calculados caprichosamente según su estado de ánimo y el público que lo escuchara, como resultado del “combate a la corrupción” y sin tocar absolutamente para nada el modelo económico; sin mover para nada, por ejemplo, el nivel de impuestos que pagan los más acaudalados. Transcurrido medio año de gobierno, ese volumen de recursos no aparece por ningún lado… ni aparecerá, y las mencionadas cifras astronómicas han desaparecido del discurso presidencial y fueron sustituidas por actos efectistas para vender bienes públicos y obtener algunos millones; en cambio, disfrazada de combate a la corrupción, hizo su entrada triunfal una política de recortes brutales en distintas áreas del gobierno, que ha puesto en la calle a miles de personas que no son corruptas y son expertas en su área, lo que ha generado más desempleo y caos administrativo en el gobierno federal; igualmente, se ha metido tijera en varios aspectos que tienen que ver con el bienestar básico de la gente, en los cuales ya había tremendas carencias pero que se han escalado a niveles de espanto como lo atestiguan, por ejemplo, las recientes convulsiones sufridas en el sector salud y denunciadas no solo por el director renunciante del IMSS, sino también por directivos, médicos, enfermeras, pasantes y, desde luego, por miles de pacientes. Las cuentas no salen y los malos resultados se sustituyen con cuentos malos e irritantes.
Tampoco cuadran las cuentas en los programas que son la base del monotemático discurso presidencial respecto a los programas sociales, ese guion repetido cé por bé en las distintas plazas donde el Presidente se sube a un templete a agitar en sus manos tarjetas imaginarias y prometer recursos como si fuera a llover maná del cielo, para financiar las cuales desfondó programas de infraestructura en pueblos y colonias. Por ejemplo, veamos las multicitadas becas “Benito Juárez” anunciadas ruidosamente como un apoyo “universal” para los estudiantes de preparatorias públicas: el monto destinado por la Cuarta Transformación sólo alcanzará para pagarle, en el mejor de los casos, a 2 millones de estudiantes, lo que cada año dejará fuera a la mitad de los preparatorianos del país. Así se explican las dilaciones en la aplicación de los censos, las maniobras para retardar lo más que se pueda los pagos a los pocos jóvenes que ya fueron censados, y también esa es la causa de la irritación creciente entre muchos jóvenes a los que el Presidente les dice casi a diario que se les entregará una beca de 8 mil pesos cada año pero ni siquiera han sido censados. Un agravio a ellos y a sus familias, que han dejado de recibir apoyos del programa Prospera, lo que aumentó su desamparo.
Algo similar ocurre con los programas destinados a muchachos que no estudian ni trabajan, que lleva un avance de 1.2%, y el de apoyo a discapacitados, que está prácticamente en ceros. Y cuando el pueblo reclama y le pide cuentas y efectividad al gobierno de la 4T, le recitan el cuento de que el aparato de gobierno es un “elefante reumático”, que le heredaron los que se fueron. ¿El retraso es pura miopía e impericia administrativa, o al dejar de pagar oportunamente los programas sociales se está acumulando un fondo multimillonario para ejecutarlo masivamente en fechas muy cercanas a las próximas elecciones? No tendrá que vivir mucho quien busque una respuesta.
Lo que es un hecho es que el pueblo más pobre y marginado, como el que se encuentra organizado en el Movimiento Antorchista, se enfrenta a una doble presión del nuevo gobierno: por un lado, a la reducción drástica de los recursos a los pocos programas que llevaban alguna mejoría a sus pueblos y colonias, en donde actualmente no hay en ejecución prácticamente ninguna obra de introducción de agua potable, luz, drenaje o pavimentación, y son insignificantes los programas de vivienda; y simultáneamente, a una política demagógica en la que se le han prometido becas a los distintos miembros de la familia, pero dichos apoyos no existen más que en los discursos del Presidente y sus empleados cercanos. Le guste o no a los nuevos gobernantes, la inconformidad social aumentará cada día, tanto en demanda de obras públicas como para exigir que paguen las mentadas tarjetas del bienestar.
En ese contexto, un grupo de antorchistas de Querétaro se presentó al lugar donde el Presidente López Obrador daría un discurso para prometer, otra vez, programas sociales a granel. Los queretanos pretendían, a nombre de millones de mexicanos, solicitarle al Presidente las obras, servicios, apoyos a la vivienda y medicinas que su política les ha retirado, denunciar que no se está pagando las famosas becas a sus hijos y aclararle directamente que las andanadas verbales que ha lanzado en más de cincuenta ocasiones contra los antorchistas, a los que les ha puesto el apodo de “Antorcha mundial”, llamándoles intermediarios y acusándolos de quedarse con moches, son una calumnia total en contra de un grupo de mexicanos organizados de acuerdo a la ley y que jamás han sido intermediarios ni piden serlo. No tuvieron que esperar mucho para que se repitiera la calumnia mordaz en su contra, por lo que desde su lugar empezaron a reclamarle al Presidente que los respetara. Pero todo fue inútil, aprovechando el atronador equipo de sonido el Presidente arengó a unos asistentes contra otros y se bajó entre amenazas de gritar más fuerte porque “también él sabe gritar”, sin dignarse siquiera escuchar sus quejas. Desde aquí llamo a los mexicanos a ver en esta escena un retrato de cuerpo entero de la actitud autoritaria y persecutoria con la que el Presidente pretende responder a los reclamos populares; los llamo también a no desistir en su lucha por un país justo y sin abusos de poder, a solidarizarnos unos con otros y defender el derecho a organizarnos para fines lícitos, como son los que persiguen las familias pobres organizadas en Antorcha, que en su larga lucha han oído muchos cuentos de la gente con poder, saben perfectamente distinguirlos de la verdad y no se desanimarán con gritos y calumnias.