María Esther Beltrán Martínez Fotos: J.Carlos Santana
Andalucía, España.- La Colección del Museo Ruso en Málaga presenta por primera vez en España la obra y vida de Anna Ajmátova fue una mujer rusa que amó y fue amada. Los hombres que pasaron por su vida sufrieron en sus propias carnes, como ella misma, todo el pesar de la vida rusa del siglo XX.
Ajmátova, poetisa rusa conocida ya desde principios de la década de 1910, atraía la atención de muchos no era solo, por sus versos. Su apariencia extraordinaria y memorable, así como su manera de comportarse y vestirse se convirtieron en un estilo propio. Ejercía un notable magnetismos entre sus allegados y amistades. Fue inspiración en la obra de grandes poetas y musas de artistas como Amedeo Modigliani, Natan Atman o Kuzmá Petrov-Vodkin.
La exposición está conformada por retratos de ella y los hombres que formaron parte de sus vidas, poemas, libros y objetos que pertenecieron a la artista.
En la exposición Anna Ajmátova. Poesía y vida se puede ver una pequeña selección de los mejores retratos hechos en vida de Anna Ajmátova , como son Retrato de Anna. Ajmátova de Natán Altman (1915), además de fotografías y poemas, tanto de Ajmátova como de otros poetas de su tiempo. Todos los retratos son obra de artistas conocidos de la primera mitad del siglo XX, como el mencionado Natán Altman o Kazimir Malévich y otros.
Su vida tiene un antes y un después de la Revolución de Stalin. La primera época fue una mujer feliz que tenía contacto con la efervescencia artística de la época en los que formaba parte de los círculos más exclusivos y de su vida tiene relación con poetas como Mandelshtam o Gumiliov, con quien se casó muy joven tuvo unas segundas nupcias con Vladímir Shileiko.
La segunda época de su vida estuvo marcada por las privaciones y el sufrimiento. El fusilamiento de Gumiliov, el arresto de su tercer marido, el historiador Nikolái Punin y, más tarde, el de su hijo. El estilo de Anna Ajmátova sufrió un cambio radical y de ahí surgió Réquiem, uno de los poemas fundamentales de la literatura rusa, que recoge el sufrimiento de las mujeres que día a día hacían cola para conocer el estado de sus familiares. Su personalidad y figura se ha convertido en una leyenda de resistencia y dignidad para las generaciones posteriores.
Stalin, que la llamó mitad moja, mitad puta, ordenó respetarla para someterla a un sádico aislamiento. En su apartamento del Fontanka, abandonada de todos menos unos pocos fieles, se convirtió en una leyenda de resistencia y dignidad.