Nunca dejaré de señalar que Andrés Manuel López Obrador es un hombre singular, y con un soberano desprecio por las normas legales y el dinero de los demás. Hasta ahora nadie ha podido construir, dentro del círculo cercano de colaboradores, una explicación viable y creíble acerca de la procedencia de los fondos que utilizó durante más de 20 años para hacer sus campañas políticas por todos los rincones del país. Y nadie la ha podido construir porque el origen del dinero tuvo diversas vertientes.
El primer gran “negocio” del señor Presidente de la República en su etapa de activista fue aquella en la que Manuel Camacho Solís, Jefe del Departamento del Distrito Federal, le hizo llegar a través de Marcelo Ebrard Casaubon la nada despreciable suma de 405 millones de pesos para levantar el plantón que mantuvo durante varias semanas en el Zócalo de la Ciudad de México con los barrenderos de Villahermosa, Tabasco. A partir de entonces surgió una amistad que exitosa para ambos personajes.
Recordemos que Marcelo Ebrard Casaubon fue titular de Seguridad Pública, y después de la tragedia de Tláhuac, de Desarrollo Social. Recordemos también que Mario Delgado siempre fue uno de sus hombres más cercanos del señor Ebrard, y cuando el ahora titular de Relaciones Exteriores fue titular de la Jefatura de Gobierno, Mario Delgado que fue el operador de la corrida financiera para la Construcción de la Línea 12 del Metro, cuyo costo paso de 17 mil quinientos millones a más de 55 mil millones de pesos, lo que ha sido considerado como uno de los fraudes más grandes de la historia.
El Presidente de la República anunció que el nuevo aeropuerto en la Base Militar de Santa Lucía se llamara “Felipe Ángeles”, en honor al general zacatecano que prestó sus servicios al gobierno de Francisco I. Madero y que en el corto plazo se iniciará la construcción, y de paso ordenó la exhibición de treinta y tres de las setenta y dos aeronaves de la Flota Aérea que han sido puestas a la venta porque estuvieron destinadas a transportar al Ejecutivo y a servidores Públicos de primer nivel.
El prietito del arroz se presentó cuando en el Plan Maestro presentado por José María Rioboó no se contemplaba un cerro que ahora tendrá que ser quitado del camino de las aeronaves y que incrementará el costo del nuevo Aeropuerto Internacional de México en poco más de ocupo mil 500 millones. Cuando el Secretario Jiménez Espriú fue abordado por los periodistas simplemente se refirió al “cerrito” que será quitado “rápidamente”.
La Cuarta Transformación mal y de malas con tantos anuncios que después resultan petardos. Si José María Riobó no contempló el “cerrito” en el proyecto de construcción, ya me imagino cómo saldrá la obra porque construir aeropuertos no es su especialidad. El problema será para quienes decidan viajar por avión desde o hasta la capital de la República, quienes tendrán que valorar el riesgo de hacer uso de un proyecto hecho al “aventón”.
Sin lugar a dudas en la Cuarta Transformación hay más improvisación que certeza. Pobre México.
Al tiempo.