Por: Antonio Zacarías
El 25 de enero de 1553 se fundó la Real y Pontificia Universidad de México, creada por el rey Carlos V. Está institución nació para encargarse de la educación de los naturales de la tierra y de los hijos de los españoles; además, esta institución debía procurar que la evangelización de los indios estuviera a cargo del clero secular, por lo cual se requirió que los clérigos se formaran en la Universidad para poder consolidar a la nueva Iglesia. Lo anterior signifca que, desde su nacimiento, esta universidad sirvió para educar a los hijos de los poderosos de aquel tiempo y simultáneamente desempeñó el papel de transmisora de la ideología en favor de los colonizadores para mantener su dominación. Dicho de otra manera, la educación a favor de los poderosos.
Como resultado del trabajo del positivista Justo Sierra –seguidor de la ideas de Herbert Spencer, promotor del darwinismo social–, nació la Universidad Nacional de México.
La aparición de la Universidad se debe entender como un producto del porfirismo para afianzarse y justificarse en el poder, al respecto el Dr. Sierra afirmó: “para que el Presidente pudiera llevar a cabo la gran tarea que se imponía, necesitaba una máxima suma de autoridad entre las manos no sólo de autoridad legal, sino de autoridad política que le permitiera asumir la dirección efectiva de los cuerpos políticos: cámaras legislativas y gobiernos de los Estados; de autoridad social, constituyéndose en supremo juez de paz de la sociedad mexicana con el asentimiento general… y de autoridad moral”; al mismo tiempo la Universidad debe entender como resultado de las necesidades del gérmen que dará origen al capitalismo, así lo puso de manifiesto el llamado “maestro de América” en una frase de su discurso inaugural en aquel 22 de septiembre de 1910: “tenéis encomendada la realización de un ideal político y social que se resume así: democracia y libertad”. ¿A que democracia y libertad se refiere Justo Sierra? A la que ha de beneficiar a la naciente clase capitalista. Otra vez, la educación al servicio de los poderosos.
La Universidad Nacional de México obtuvó su autonomía gracias a la movilización de los estudiantes. El conflicto estudiantil comenzó por un tema de exámenes –de ser anuales pasarían a ser semestrales, influenciado por los movimientos que habían sucedido entre los estudiantes del país– los estudiantes entre 1927 y 1929 se pronunciaban a favor de la causa de liberación de Nicaragua y se dirigían a A. Machado, pidiendo la liberación de un grupo de escritores y estudiantes presos en La Habana, Cuba, provocaron mitines que fueron repremidos por la policía y los bomberos. Para 1929 el presidente Emilio portes Gil acordó la autonomía de la Universidad con el estudiantado.
Si bien la UNAM es producto –en alguna medida– de la lucha estudiantil, como escuela ha sido un espacio en el que se han formado muchos profesionistas y, al mismo tiempo, ha sido importante en la vida política de la juventud y del país. No obstante, la UNAM no se sustrae de servir a los intereses de los poderosos.
El ideal educativo que se impulsa entre los estudiantes universitarios pone en el centro al individuo como premisa necesaria; forma a la juventud para ser profesionistas “exitosos” que no se preocupen por lo que sucede en la sociedad. Estos profesionistas no han sido ni serán formados para servir a su pueblo; fueron formados para servirse asímismos y al capitalista que quiera contratarlos.
La UNAM hace de “filtro” determinando quién sí y quién no puede ser universitario. Tan solo este año 197 mil los aspirantes hicieron examen para ingresar a la Universidad y sólo fueron aceptados 19 mil 900. El año pasado presentaron examen 191 mil 682 personas y apenas 19 mil 575 fueron aceptadas; es decir, a la UNAM solo ingresan, en promedio, 10 por ciento. A ellos se suman los más de 32 mil que ingresan por pase reglamentado. Esto provoca que decenas de miles estudiantes no tengan la oportunidad de continuar sus educación.
¿Qué ha hecho López Obrador para combatir esta situación?, fundar sus universidades del “Bienestar Benito Juárez”; pero, muchas de ellas no cuentan con infraestructura propia, su nivel educativo es de mala calidad y, además, no garantizan que los estudiantes puedan titularse al concluir sus estudios. La respuesta presidencial al problema del acceso a la educación superior representa un fracaso más de su gobierno.
Lo que la juventud necesita es que se implemente una política que garantice el acceso a la educación superior y que la educación tenga sentido social; es decir, una política que haga realidad que todos los estudiantes que deseen prepararse lo hagan y que una vez hechos profesionistas se interesen por los problemas que aquejan a la sociedad y se decidan a utilizar sus conocimientos para educar y organizar al pueblo.
Para lograr se impulse esta política, se necesita un gobierno que destine recursos ingentes para construir universidades, contratar suficientes maestros y garantizar el acceso de todos los estudiantes. Por ello es menester crear una fuerza social que tome el poder del país e impulse un modelo de desarrollo que garantice no solo la educación de niños y adolescentes, sino que, además, asegure la alimentación, la vivienda, la salud de todos los mexicanos.
