Gloria Brito Nájera
Hace falta un gobierno que le ponga un hasta aquí, a los graves problemas que aquejan a los nueve millones de capitalinos. Es bien conocido que la alta contaminación del aire se presenta igual o peor en otras metrópolis del planeta, pero eso no nos sirve de consuelo. El de la capital del país tiene sexenios de gobiernos, acrecentando cada vez su peligroso efecto y los riesgos en la salud de sus habitantes, si no se ejecutan medidas efectivas. Se nos informó que la severa contamianción de hace unos días, son las partículas de incendios forestales registrados en otros estados que llegaron al Valle de México. Pero las medidas de contingencia llegaron tarde, las autoridades anunciaron “contingencia ambiental extraordinaria”. Esta crisis humanitaria, no hay otra manera justa de llamarla, se provocó, por un fenómeno anticiclón que no deja circular a los vientos y no permite que los contaminantes se dispersen, según opinión del Departamento de Ciencias Atmosféricas de la UNAM,.
Las partículas PM2.5 de esta “contingencia ambiental extraordinaria” son de las más dañinas, catalogadas por la organización mundial de la salud, como carcinógenas, las cuales a largo plazo producen cáncer y las autoridades no informaron de manera oportuna, como debían haberlo hecho, por lo extremadamente peligroso que es pasar más de 3 días expuestos a tan elevada concentración de contaminantes. Una especialista de la Facultad de Medicina de la UNAM, advirtió también sobre el elevado número de muertes al año asociadas a la mala calidad del aire, las estadísticas hablan de más de 21 mil casos.
Es cierto que el problema se agravó esta semana que termina, por la contaminación de los incendios forestales, pero en tiempos normales los capitalinos tienen que vivir a diario entre la contaminación del medio ambiente, cuando que el aire que se respira debería estar limpio siempre, libre de contaminantes nocivos de cualquier tipo y en cualquier cantidad. Prohibir el uso del automóvil, herramienta de trabajo de la mayoría de ciudadanos comunes y corrientes, es atacar sólo una parte del problema, pero, porque no se les aplican restricciones a los tiburones empresariales, a ellos no se les toca ni con el pétalo de una infracción…ni con el pétalo de una rosa, el pulpo camionero del transporte de pasajeros no tiene la obligación de verificar, y como a muchos nos ha tocado ver circulan arrojando chorros de humo negro; tampoco verifican: los camiones de carga, ni los volteos, ni los repartidores de refrescos, ni las unidades que prestan servicios al gobierno, ni los camiones recolectores de basura, ni las pipas repartidoras de agua, menos aún, las intocables empresas contaminantes que queman combustibles derivados del petróleo.
En el fondo, el verdadero causante del veneno que a diario respiramos es el monopolio gigantesco de los capitalistas, ellos todo lo dominan y su interés desaforado es sacar, como sea, la máxima ganancia posible: acumular injusta y exagerada riqueza. No les importa la contaminación y el desastre ecológico que mata a los capitalinos y acaba con el planeta entero, ya lo decía Marx desde hace 150 años “El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos”.
Y suponiendo que fueran los automóviles los más contaminantes, ¿por qué entonces las autoridades gastan miles de millones de pesos construyendo dobles pisos, ampliando avenidas, como una invitación al uso del automóvil, en lugar de mejorar verdaderamente el transporte público dando un mejor servicio, desestimulando con esta manera efectiva el uso del automóvil?
No existe solución posible a la contaminación ambiental ni en la Ciudad de México, ni en el país, porque este nuevo gobierno, a quién sirve verdaderamente no es a los pobres, como reza su eslogan de campaña, sino para los dueños del dinero, y aunque digan lo contrario, para el neoliberalismo. López Obrador va de la mano, codo con codo, con los capitalistas neoliberales. Aunque lo niegue de palabra, “por sus hechos deben ser juzgados”. Los ciudadanos claros de conciencia, debemos despertar al pueblo, sacarlo de su letargo, hoy agudizado temporalmente por la palabrería hueca del obradorismo. Es la única manera correcta de construir una patria nueva. (Imagen La Verdad Noticias)